
Creo que fuimos a Lisboa por petición de los clientes de la agencia de viajes. Os explico: lo solicitaban tantísimas personas y me hablaban tan bien de esa ciudad que casi nos vimos obligados a visitarla. Y no nos arrepentimos. Quizá por tenerla tan cerca, (Portugal está ahí al lado), no nos habíamos planteado viajar antes, y puedo decir que nos sorprendió y nos gustó muchísimo. Hay que destacar que Lisboa está formada por barrios bastante diferenciados y todos requieren su tiempo si queremos disfrutarlos y empaparnos del sabor de cada uno de ellos. Los barrios más importantes son La Baixa, El Chiado, Barrio Alto, La Alfama, y Belem, quizá este último de los más conocidos y afamados.

En Belem tenemos dos de los monumentos que no puedes perderte en tu visita: la famosa Torre de Belem y el Monasterio de los Jerónimos. En esta parte de la ciudad es donde desemboca el rio Tajo y desde su puerto salieron los barcos cargados de exploradores hacia el nuevo mundo. Es de los lugares en que pisas la historia. Obviamente esta zona portuaria está alejada del centro por lo que si tienes el hotel en otro barrio tendrás que coger el tranvía nº15 o bien hacer una excursión fluvial que te llevará navegando y disfrutando de los bellos paisajes de Lisboa.

Lo que no puedes perderte en Belem son sus famosos pasteles de nata. En la fábrica Antiga Confiteaira no es necesario sentarse en la zona de cafetería o entrar en alguno de sus enormes salones. Desde la puerta hay un mostrador donde los venden envasados en unos bonitos paquetes hexagonales para regalo. Su precio oscila entre 1 y 1´50€ con lo cual es un regalo perfecto y económico para llevar a la familia y amigos. En cuanto al alojamiento hay que tener un poco de precaución: si nos vamos a quedar en las zonas más antiguas los apartamentos serán más sencillos y los hoteles pueden ser un poco más cutres.

Si estás alojado en el barrio de Chiado o en Barrio Alto vas a tener que subir muchas escaleras y calles en pendiente a no ser que esperes los tranvías que en esas zonas suelen tener largas colas. Como nosotros hacemos bueno el refrán de “donde fueres haz lo que vieres” siempre que viajamos procuramos probar los platos típicos de cada lugar al que vamos. En Lisboa hay restaurantes donde sirven bacalao y sardina como plato típico y, además, en según qué locales, aderezados con unos preciosos fados. Es una experiencia que os recomendamos. Una cena en una terracita escuchando esas preciosas y melodiosas canciones. Si te propones hacerlo en el barrio de Alfama puede costarte unos 25€ más la cena, con lo que la fiesta te puede salir por 90€ fácilmente. También hay lugares más económicos y, un secreto: desde casi cualquier terraza al aire libre se escuchan fados. Otro consejo: no os vayáis sin probar su licor de cerezas, A Ginjinha. Delicioso. Si vais con niños siempre se puede comer una hamburguesa en el Mercado de Riveira, un antiguo mercado reconvertido en zona de restaurantes de todo tipo. Los horarios de comidas y cenas, eso sí, suelen ser un poco más tempranos que en España, pero eso es algo que ocurre en todas partes…

La decepción del viaje nos la llevamos con la Torre de Belem. Es un edificio impresionante por fuera, pero por dentro no hace justicia a su fama. Hay que plantearse si vale la pena hacer largas colas para verlo por dentro.

Tras ver Lisboa tuvimos tiempo de hacer una escapada a Sintra, una ciudad preciosa, impresionante y bella como pocas. Os aconsejamos que, aunque sea por un día o dos, os acerquéis. No podéis perderos su Palacio Nacional de Pena, sus acantilados en Cabo da Roca o Cabo do Inferno. Os vais a enamorar de esta ciudad, de su Parque Natural y de su Quinta de la Regaleira.


