florencia - catena ridsegnata -

El famoso cuadro renacentista Catena Ridisengnata

Una ciudad como Florencia está llena de personajes y de leyendas célebres, sobre todo si tenemos en cuenta su época de crecimiento y esplendor. Quizás hoy nos sea bastante difícil imaginar la vida de Florencia bajo el influjo de poderosas familias como los Ufizzi o Médici, incluso nos cueste creer que al visitar la Basílica de la Santa Croce estamos de verdad contemplando las tumbas de personajes tan legendarios como Miguel Ángel, Maquiavelo o Galileo. Es casi imposible imaginar que el Corredor Vasariano, ese pasillo superior del Ponte Vecchio fue construido con el solo propósito de que los Médicis  pudieran cruzar del Palazzo Vechio al Pitti sin tener que mezclarse con la plebe.

Es complicado imaginar la historia tal como fue.  Creer que en el s. IV pudiera alzarse un edificio como el Baptisterio o que en 1436 se pudiera erigir la cúpula Brunelleschi en la iglesia de Santa Reparata. Florencia tiene una historia tan particular y plena que hay que tratar de verla no con los ojos de los turistas, si no con los ojos de la historia, de las personas que la habitaron y contribuyeron de una forma u otra a la Florencia que ahora vemos. Pero vamos a remontarnos en el tiempo y viajemos a la Florencia del s. XV, cuando apenas el Renacimiento despuntaba y todavía la Edad Media tenía cabida en el pensamiento popular de aquellas gentes.

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Retrato de Savonarola.

En Ferrara, en el año 1452, nacía uno de los personajes que más ríos de tinta ha hecho correr a los historiadores italianos. Girolamo Savonarola fue un fraile dominico de carácter reformista que tomó los hábitos en 1475. Desde el principio Savonarola destacó por su pensamiento  e integridad moral, sus costumbres ascetas y de pobreza absoluta, así como por su oratoria y sus escritos.  A los veinte años, antes de ser fraile ya escribió su De ruina Mundi, y el año que entró en el convento escribió su poema De ruina eclesiestae. En 1482 lo enviaron al convento de San Marcos en Florencia, uno de los centros religiosos más importantes de Italia y de mayor esplendor.

San Marcos, construido y fundado con la ayuda de los Médici, era la joya arquitectónica de los primeros momentos del Renacimiento y considerado la primera biblioteca pública de Europa. El lugar, un marco incomparable para la meditación y estudio de la vida religiosa, estaba decorado con los frescos de Fra Angélico y sus discípulos. Allí, en medio de uno de los mejores y más afamados conventos del mundo occidental de la época, fue donde Savonarola comenzó a tener visiones apocalípticas y aprendió el arte de la oratoria desmedida que luego lo caracterizó.

Lorenzo de medici

Lorenzo de Médici, conocido como Lorenzo el Magnífico.

Florencia comienza en ese momento su andadura hacia el máximo esplendor. Los Medici son los banqueros más poderosos de Europa y hacen del arte su símbolo de poder. Edificios, pintura, escultura, tejidos, exportaciones convierten a Florencia en una ciudad de esplendor y gran belleza. Con Lorenzo de Médici el poder político se va separando poco a poco de la Iglesia y se crea una esfera de poder diferenciado del eclesiástico.

Savonarola, con el pensamiento todavía de la Edad Media, no ve con buenos ojos esa especie de separación de poderes.  Ferviente lector del Apocalipsis, famoso por sus discursos violentos y despiadados desde el púlpito con una oratoria también exagerada y apocalíptica con la que arengaba a los fieles, conocido por sus ayunos, penitencias, usos el cilicio y su absoluta frugalidad, y por ende, su odio a todo tipo de lujos y excesos, impresionaba a los fieles de San Marcos con vaticinios funestos y se mostraba contrario a todo tipo de exceso  de belleza o renovación social y religiosa. La gente de la época se agrupaba en la Basílica para escucharle atacar al Papa o a los Médicis, a la nueva forma de vida y de poder que se iba abriendo paso poco a poco en Florencia. Logró expulsar a los Médicis de Florencia con el beneplácito del Papa, quien veía que estos tenían demasiado poder en la ciudad, y ante ese vacío, Savonarola ya no tuvo a nadie que se interpusiera entre sus pensamientos y sus actos fervorosos. Se convierte en el dueño y señor de Florencia sin ningún tipo de cargo público. Tan solo con el valor de sus palabras desde el púlpito. Florencia fue declarada una república cuyo rey era Cristo.

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Estatua de Savonarola en Ferrara, su tierra natal

Siguiendo el ejemplo de San Bernardo de Siena, organizó un ritual purificador en el que exhorta a los fieles a deshacerse de todo tipo de lujo y bienes materiales.  Comienza lo que se denominó La hoguera de las vanidades, donde los bienes eran confiscados y quemados en hogueras públicas: libros, ropas lujosas, perfumes, esculturas, pinturas, instrumentos musicales… todo cuanto fuera objeto de lujo o exceso. Consideraba que los pintores renacentistas pintaban a la Virgen como a una prostituta, condenó a la hoguera  libros de filosofía clásica griega y romana de incalculable valor. Hasta Botticelli acudió a donar libros y obras que tenía en casa (por fortuna sus obras más conocidas ya estaban en manos de colecciones privadas).

Florencia se divide entre los fervientes seguidores de Savonarola, los llamados frateschi,  y los arrabiatti, sus detractores, que contaban con el apoyo del Papa y de los monjes franciscanos. En esos mismos días, Mariano da Genozzano , de la orden  de los Agustinos, predica también en contra del enorme poder espiritual y político que surge desde San Marcos. El Papa y los Médici, los principales blancos de los ataques de Savonarola,  se mueven en las sombras para detenerlo.

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Maquiavelo, uno de sus mayores enemigos, nombró a Savonarola en su libro El Príncipe

Un nuevo personaje entra en acción. Un joven Maquiavelo, funcionario público, acude a los sermones del fraile y va tomando nota de todo cuanto escucha. A veces cree que es un iluminado, otras que es un farsante. La rivalidad entre los dos personajes se hace patente. Uno es todavía la representación de lo antiguo, del Medioevo, el otro lo es de la modernidad y del Renacimiento.

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Alejandro VI, el segundo Papa perteneciente a la familia Borgia y padre de la famosa Lucrecia Borgia

Savonarola se aleja cada vez más del poder de Roma y se va acercando a Francia y a la corte de Carlos VIII peligrosamente. Alejandro VI, el segundo Papa de la casa Borgia ve amenazado su sueño de crear un nuevo estado paralelo a Roma que pudiera llegar a controlar toda la península itálica. La corrupción de la Iglesia y de los grandes mercaderes o políticos, tal como denuncia el fraile, es de proporciones escandalosas.  En una de sus famosas hogueras ordena quemar los libros de Petrarca y Boccacio así como libros clásicos de filosofía griega y romana que son considerados tesoros del saber de la época. Proclama a la Iglesia de Florencia como la resistencia contra el Papa de Roma.

El Papa lo excomulga y ordena su arresto. Se abre un proceso eclesiástico contra Savonarola con diecisiete cargos entre los que figuran  el don de la profecía, la herejía, cisma, rebeldía contra la Iglesia…la justicia de entonces, representada por los arrabiatti y los franciscanos, es implacable. Cuentan que lo torturaron de tal forma que le rompieron todos los huesos excepto los del brazo derecho para que pudiera firmar los cargos, y una vez firmados, tuvo los arrestos necesarios para escribir su retractación de los mismos.

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Placa conmemorativa de su muerte en el mismo lugar donde Savonarola prendía fuego a las hogueras de las vanidades.

Es juzgado y condenado a muerte, ahorcado y quemado en la Piazza della Signora de Florencia un 23 de Mayo de 1498. Sus cenizas fueron arrojadas al rio Arno para que nadie pudiera convertir su sepultura en una reliquia.

Cada 23 de Mayo en Florencia se celebra la fiesta de la Fiorita, que recuerda su ejecución y muerte, con una misa en la capilla del Palazzo Vechio, una ofrenda floral en la Piazza della Signora y un desfile de corte histórico en el que se arrojan pétalos de rosa al rio Arno.