Cuando decidimos viajar a Túnez preferimos elegir un circuito cerrado de viaje para tener todo lo más controlado posible. El motivo: viajábamos con una niña de tres añitos y no queríamos dejar nada al azar. Cuando viajas con niños pequeños es mucho mejor poder tenerlo todo bien atado: hoteles, pensiones de Todo Incluido, excursiones… todo el paquete vacacional completo que además suele salir muy bien de precio.

Adentrarnos en Túnez fue una experiencia muy gratificante. En principio por visitar un país con una cultura tan distinta a la europea y que además posee un encanto especial. Creo que fue uno de los viajes que más me ha sorprendido de forma positiva, quizá porque ofrece experiencias que son imposibles en otro lugar tan cercano.

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Uno de los recuerdos más bellos que conservo fue la noche que dormimos en una jaima en pleno desierto del Sahara. Cenamos alrededor de una fogata, sentados en la arena, escuchando las historias de los bereberes, las antiguas costumbres y las batallas en las que se cortaban cabezas, hasta nos explicaron cómo lo hacían… pero lo que se quedó en mí como un recuerdo imborrable es la penumbra del desierto, alumbrado tan solo por la luz del fuego y por el cielo con más estrellas que he podido ver nunca… pero comencemos por el principio.

Nuestra ruta comenzó en Monastir, donde pasamos tres noches en un magnifico hotel de playa en régimen de Todo Incluido. El tipo de turismo que pudimos realizar en aquel lugar era bastante tranquilo. Si vais a Monastir no podéis perderos el Bourgiba Mausoleum, dedicado al presidente tunecino que logró la independencia de Francia.

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Este mausoleo comenzó a construirse cuando el presidente todavía vivía, de hecho, murió en el año 2000, pero es, pese a la actualidad de su construcción, un edificio imponente, majestuoso y recuerda mucho a la arquitectura propia de las mezquitas, quizás por su cúpula dorada y los altos minaretes, de veinte metros de altura, tan común en los edificios importantes de todo el Islam.

La avenida que lleva al mausoleo es una zona amplia, enorme, adornada con altas palmeras y flanqueada por banderas de Túnez que aporta una sensación de oficialidad y sobriedad realmente impresionantes.

Dentro de la ciudad de Monastir también podemos visitar El Ribat, formado por unas fortalezas que se construyeron en la zona fronteriza para la defensa de la ciudad de las invasiones extranjeras, especialmente bizantinas y que dominaban en aquel entonces gran parte del Mediterráneo, pero también para defender las rutas de las especias y sobre todo el Islam . La fecha aproximada de su construcción datan de finales del siglo IX bajo el mando del emir aglabí Ziyadet Allah I

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Ahora se han quedado integradas dentro de la ciudad de forma que la torre más alta puede verse desde cualquier lugar y, lo mejor, si te atreves as subir la larga y estrecha escalera de caracol, puedes contemplar un paisaje de 360º de la ciudad, algo que desde luego vale la pena, sobre todo si giras la vista a su antiguo e histórico cementerio.

Su estado de conservación es excepcional, sobre todo teniendo en cuenta los siglos que han pasado desde su construcción.

La tumba del soldado desconocido, situada al principio de la fabulosa avenida que lleva al Mausoleo Bourguiba es, por comparación, muy modesta. En realidad es un monumento parecido a un templete construido en planta octogonal y formado por galerías de arcos de medio punto coronados por una cúpula blanca en cuya parte superior se encuentra la media luna, símbolo del islam. Con este monumento se rinde homenaje a todos aquellos soldados tunecinos que murieron el la lucha por la libertad de su país.

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Túnez nos ofrece todavía muchas más experiencias y algunas de ellas realmente sobrecogedoras por su belleza… pero eso será en una nueva entrega. Nos queda el desierto por delante.

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