Una de las experiencias que recuerdo como mágicas, son los días pasados en el desierto de Túnez. Será por la magia de sus paisajes, por todo aquello que siempre hemos visto y leído sobre los desiertos, por los paisajes increíbles de arena y dunas… lo cierto es que el desierto, en Túnez, es algo inolvidable.
Lago salado de Chot El Djerid
Kairouan
Nuestro circuito por el desierto de Túnez comenzó con la visita a la Gran Mezquita de Kairouan, la tercera mezquita más importante del Islam y una de las ciudades más antiguas, fundada en el año 670 de nuestra era con el nombre de Kâravân.
La Gran Mezquita es impresionante por sus colores blancos y cálidos así como por sus enormes dimensiones, con arcos y puertas de un estilo inconfundible, y sus azulejos y arabescos de sus paredes interiores. Realmente, la Gran Mezquita de Kairouan es grandiosa, a medio camino entre lugar sacro y fortaleza, se puede sentir esa especie de misticismo que guaradan los lugares santos y repletos de historia.
Muy cerquita de la ciudad de Kairouan, y también una visita imprescindible, está el anfiteatro de El Jem, uno de los más grandes del mundo.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1979, no tiene nada que envidiar al Coliseo romano u otros anfiteatros tal vez más conocidos. Es realmente una joya de la arquitectura, el segundo más grande del mundo después del Coliseo, con una capacidad para unas 35.000 personas que en el año 238 rugían ante los espectáculos del circo romano durante el mandado del emperador Maximino El tercio.
El Shabikah
Sin duda, si de algo tenía ganas, era de adentrarme en el desierto propiamente dicho: el Shabikah.
El desierto guarda un halo de misterio y aventura en el que es imposible no sumergirse por completo. La forma de poder vivir en él, de viajar o visitarlo, es la misma que hace cientos de años y es que, el desierto, guarda sus mismas necesidades, sus mismas condiciones inhóspitas, casi sin poder aplicar ninguna de las «modernidades» a las que estamos acostumbrados.
Ruinas en el desierto de Shabika
El Sahara es el desierto cálido más grande del mundo, solo superado por los desiertos helados del Ártico y la Antártida. Más de 9.400.000 km 2 de superficie en la que abarcan varios países africanos y que cubre una extensión de tierra casi tan grande como China o Estados Unidos. Desde el mar Rojo, hasta el Mediterráneo y terminando en el Océano Atlántico, es un lugar tan increíble que hay que visitarlo y verlo con tus propios ojos.
Plató de Star Wars en pleno desierto
El desierto, a simple vista, es como un océano de arena, inmenso, eterno. Formado por mares casi imposibles de surcar. En él, los Bereberes, siguen tradiciones y formas de vida milenarias y delimitadas por el medio que habitan: dunas interminables de arena, oasis, un calor abrasador durante el día y, en ocasiones, un frio intenso por las noches.
El modo de transporte, aunque se pueden realizar excursiones en 4×4 o Quad, sigue siendo el camello, introducido por los pueblos nómadas y que sigue siendo el animal que mejor se adapta y aguanta las duras condiciones desérticas.
Lo más impresionante, por iniciático, no es solo el inmenso desierto, sino la luz de las estrellas en la noche que forman una bóveda centelleante imposible de ver desde nuestras ciudades.
Nazareth en una típica jaima en el desierto
Dormir en una jaima en pleno desierto, en la zona del Oasis, cenando con los bereberes a la luz de una hoguera mientras nos cuentan sus historias bajo un cielo estrellado creo que ha sido una de las experiencias más bellas e intensas que he vivido. Quizás por eso recomiendo viajar a Túnez. La soledad de ciertos momentos y el hecho de vivir costumbres ancestrales en medio de un lugar legendario, es una forma de iniciación y de viaje al interior de nosotros mismos.
Anem de viatge 